lunes, 5 de octubre de 2020

LA PROFECÍA DE MAFALDA (¡Gracias Quino!)

 

¿Que sentirías al pensar que Mafalda te ha engañado?


 

Es cierto. Nací en aquel bario. Donde Mafalda esta sentada en el banco, donde la feria del domingo sonríe en todas las lenguas del mundo, donde El Afronte toca al Pedro Telmo, donde el adoquín bohemio apoya con su corazón abierto a la comparsa y el tambor.

Es cierto. Nací en aquel bario. A los treinta y un años de edad.

¿Es cierto? Jamas lo sabré. Sin embargo...

 Aquella plazita en Chile y Defensa fue mi primer refugio. Ahí, un tal 6 de septiembre por la mañana se abrió mi primer ventanal con vista a América Latina. Perdido por dentro y por fuera, me salvaba la moza de la Continental de la misma esquina donde solía desayunar, almorzar y cenar en los primeros días de mi Argentina. Al darme vuelto la moza me enseñaba a contar, diez, veinte, treinta, cuarenta... Ella era muy guapa, yo era muy tímido.

Me encontré viviendo a diez cuadras del ventanal. Andaba por todo el barrio, desde Cocha hasta Perú 571, desde Niño Bien hasta Plaza Dorrego. Así pasaron años.

Luego vino Mafalda. En realidad siempre estuvo ahí. Solamente una noche de verano se sentó en el banco. Y quedó, sacándose fotos con porteños y gringos unas mil veces por día. Después de haber aprendido la lengua del Quino intenté varias veces a invitarla a Mafalda a comer pizza en la Continental de la equina. Nunca aceptó, nunca me dio una razón. Salvo aquella única vez, la joven noche de verano, el 28 de Febrero del 2013. No me meto contigo – dijo con la voz clara, alegré y algo misteriosa. Vas a encontrar a otra - agregó.

Entonces la dejé y crucé la calle hacía la otra vereda pensando que hacer conmigo. Quise hablarle otra vez pero vinieron unas dos chicas, una con pinta de bien porteña, y se sentaron en el banco a su lado. Ya esta – entendí. El amor, el pan del alma, tiene buen sabor si esta correspondido. De otro modo queda amargo. 

Me fui.

No todos creen en el karma.¿Vos?

Pues escuchá...

Salía por las noches, siempre con algo de locura y mucha esperanza de que se cumpla la profecía de Mafalda. De encontrarla a aquella desconocida mencionada por Mafalda. Sí, lo he creído a pesar de la razón que me decía que nadie conoce el futuro. Ni si quiera Mafalda. Sí, lo he creído, porque a veces lo único que nos queda es la fe. Sin embargo, lo que encontraba era unicamente el viento que anunciaba los buenos aires de un cambio decisivo. De partir. 

Me engaño Mafalda.

Un tal 20 de Diciembre me fui a despedir. Con un paso libre, beso en la mejilla y un adiós. Comme il faut.
Yo me fui de mi barrio.

Años después, de paso en un país lejano entre Europa y Asia, le escribí a una Argentina que vivía por allá enseñando el tango Pregunté por lo obvio, clases de técnica de mujer para el tango. Y…  aunque yo me fui de mi barrio, por ella siempre estoy llegando, otoño tras otoño, primavera tras primavera. El tiempo pasa. Muy pronto, después de menos de dos años de compartir el sol y la lluvia, nos dimos cuenta que no era mi barrio. Era nuestro barrio. Eramos vecinos. Según dijo, vivía en la esquina de Piedras y Tacuari. Sí, me costó creerlo. No solamente por no habernos encontrado nunca, también por el hecho que Piedras y Tacuari son calles paralelas y si llegan a compartir una esquina, es solamente aquella de la imaginación infinita de Mafalda. Sin embargo es cierto, vivíamos a cinco cuadras uno del otro. Los dos bailando tango. A lo largo de seis años nunca nos hemos cruzado. Nunca, aunque parezca imposible.

Para Quino el tiempo pasó en otro sentido. Lo que queda es su obra y la gratitud de muchos. Quedan los dibujos. Las fotos, millones de fotos del mundo entero sentado en el banco con Mafalda. Hoy mi pareja me mostró una de estas fotos suyas de aquellos tiempos porteños. Esta sentada con Mafalda en el banquito, pasándolo bomba con una amiga una noche de verano. Precisamente dicho, la noche del 28 de Febrero del 2013. Por nostalgia a la Continental, a mi barrio, me fije bien en la foto. Hasta note, que en el rincón derecho de arriba hay dos hombres, figuritas pequeñas.
No todos creen en el karma.¿Vos?

Sin poder respirar me fijé otra vez. Pude reconocer a uno de aquellos hombres de la foto. A pesar de la imagen muy borrosa no fue tan difícil reconocerlo. Porque lo conozco muy, muy bien. Conozco sus gestos, posturas, su ropa, sus expresiones, sus pensamientos, su sentido de humor. Y me causa gracia pensar que aquel hombre llego a desconfiar de la profecía que recibió de Mafalda. Aún hoy recuerdo estas palabras tan bien. La voz clara de Mafalda, alegré y algo misteriosa, diciendo: no me meto contigo, vas a encontrar a otra. En aquel momento, años atrás, al flaco aquel parado en la otra vereda no se le cruzó por la cabeza que Mafalda se reía de él y que para ahorrarse todo el viaje a un país lejano entre Europa y Asia bastaba de volver al banquito de Mafalda y saludar muy amablemente a la chica con pinta de bien porteña que lo pasaba bomba con su amiga.

Nadie conoce el futuro. ¿Nadie? Jamas lo sabré. Sin embargo hoy la veo a Mafalda con otros ojos. Y endiento porque siempre me atraía tanto. Tenia algo muy especial y insustituible. El sentido de humor. ¡Gracias Quino!