miércoles, 13 de febrero de 2013

UN AMOR NEGRO




A Ella

El primer mate de la mañana, como cada día, despertó en Tomás el recuerdo de lo más extraordinario que le fue dado vivir. Algo perverso… ésa sería la palabra. Sin esperar ni un día se vinculó con ella, cuando la dejó el mejor amigo de Tomás, liberándose de tal manera de eso que ya no podía manejar.

Era su fatal e irresistible poder lo que puso en riesgo la amistad de ellos… su presencia algo oscura, la sorprendente velocidad en atravesar los más grandes espacios entre los deseos de aventura y las penumbras de intimidad…

No fue un amor a primera vista; por lo menos Tomás quería creerlo para no sentirse tan traidor de su amigo. Al comienzo trataba de verlo como un juego inocente, algo más pasajero. Después de unas salidas juntos, unas noches largas, unos momentos de silencio iluminado por la naciente luna, decidió quedarse… a pesar de todo.

Con ella el mundo se llenó de colores y movimiento. Cada día y cada noche tenían la fuerza de los brotes de primavera, de la luz, del agua y de la vida. La fuerza que desde siempre se ocupaba de la existencia de algún futuro. Lo verde, amarillo, azul. Lo rojo… Con las primeras miradas cruzadas todo comenzó a perderse en un nuevo camino de locura. De pasión. En el constante crescendo.

Lo fenomenal, lo único y excepcional era que el fuego no terminaba. Sus viajes a lo desconocido, cada vez más largos, junto al penetrante ritmo del movimiento, les hacían perder los límites entre ella y él. Se convertían en un ser nuevo, unido e inseparable. Un ser de respiraciones tan lentas y profundas como si fueran de algún Buda. En unas ocasiones, por el contrario, olvidándose del mundo entero, ese mismo Buda gritaba como si no existieran reglas ningunas. O en medio de la noche se reía loco en su tan oscuro e inquietante viaje a la libertad… Así florecía la mutua fascinación.

En los pocos momentos de ser capaz de entrar en razón, Tomás temblaba de angustia. De temor a una separación que presentía, sin entender bien el porqué. Se quedaba quieto, no podía hablar, tocaba su pecho con la mano izquierda, como si estuviera buscando ayuda y pidiendo consejos al corazón. Y el corazón latía: qué-da-te, qué-da-te, qué-da-te …

Entonces se quedaba; cada vez; a pesar de su enorme miedo; a pesar del interno empuje de darse a la fuga. Le preguntaba a ella si se iba a quedar con él, siempre tratando de evitar una palabra, que para él mismo tenía un peso de por lo menos la muerte. De manera paradójica, al mismo tiempo, en el rincón más profundo de las curvas de su corazón esperaba escuchar la mágica frase “para siempre”. Ella nunca contestaba. Se quedaba en silencio, sólo a veces parecía ponerse todavía más oscura y misteriosa. Tomás se moría por dentro. Aún desesperado, nunca pudo huir de su inmensa magia.

En los momentos más luminosos, desayunando, con el sol del mediodía (ya que el día nunca comenzaba antes) le gustaba mirarla. Como brillaba en ella algo invencible, algo que ninguna fuerza podría cambiar, algo tan perfecto como un círculo completo e ideal, diseñado por el Dios mismo. Agarraba el mate y disfrutando de la bombilla en la boca se dejaba llevar por la imaginación… En esos instantes de yerba amarga le parecía tan extraño pensar que ella y la bombilla de metal tenían algo en común… Por confusión se le mezclaba el presente con los fuertes recuerdos de fuegos nocturnos… Se olvidaba del futuro.


Fue el día 12 de febrero de 2013, a las nueve menos diez de la noche, en la mitad de la cuadra peatonal de Diagonal Norte que la vio por última vez. Habían salido al cine. Como siempre, después de unas caricias, la dejó atada en la calle hasta que terminara la proyección. Cuando volvió, ya no estaba. Su hermosa, negra bici playera…








Agradecimiento por correcciones a Graciela M. Santos & Hernán A. Isnardi y sus alumnos




domingo, 10 de febrero de 2013

¡COCHA! ¡QUE NO TE LA ROBEN!



Cuando llegó, ya estaba lleno. Saludo a algunos jóvenes desconocidos que fumaban puchos afuera y como todavía quedaba una última reja libre - libre en el sentido de solo dos bicis que juntas con la reja, con sus lingas y candados representaban una obra de arte moderna nada peor de aquellas que llenan los museos y las críticas de revistas sin sentido – puso su negra bici playera cerca de las dos otras y la sujeto con una linga lo suficientemente larga para que pueda agarrar la reja sin agarrar las demás bicis. En conjunto se veían un triángulo lindo, pero por experiencia propia Tomas no confiaba en triángulos. Sabia, que antes o después todo triangulo se convierte en una figura cuya geometría es mucho más compleja de lo sobre que soñaba Pitágoras más de dos milenios atrás. Y esta complejidad no daba seguridad ninguna…
 
Seguridad… en una ciudad como aquella en que le tocó vivir esta es la palabra clave. Candados, lingas, rejas, muros, todo para la ilusión del cierto control sobre este pequeño pedazo de vida llamado el presente, el cual, junto con el sistema solar corre con velocidad de unos veinte kilómetros por segundo hacia la constelación de Hércules. 

A los jóvenes de la otra vereda la constelación de Hércules les parecía importar algo menos que los puchos, para no decir un carajo, pero Tomas, consiente de la omni - conexión de todo con todo, al cerrar la linga de alguna manera vinculó ambos elementos en un proceso que los teóricos de la creatividad llaman bisociación y que simplemente dicho consiste en encontrar el vínculo entre dos fenómenos antes no relacionados. 

Tomas dirigió sus pasos hacia la música, la cual salía por la entreabierta puerta de un edificio colonial de techos altos, pero percibiendo que la orden cósmica requiere una acción repetida, se dio vuelta para asegurarse que la bici y la linga estaban en su lugar. Como no quería pasar por obsesivo en los ojos de los jóvenes fumadores, caminó unos pasos más como si hubiera disfrutado de estar al aire libre mirando las estrellas de la galaxia de iluminación callejera y por fin… entró. 

Pasando una interminable cantidad de parejas, jóvenes, viejas, flacas, gordas, locales, extranjeras y mixtas en todas las variantes de fugaces bisociaciones, por fin llegó a un pequeño espacio libre, lo cual le permitió cambiar las sandalias por los zapatos. La próxima tanda era de Di Sarli y su staccato un buen pretexto para olvidarse del mundo en unos brazos morenos, tapados con pelo negro, largo y hermoso. La letra de los tangos como un método comprobado para aquel que busca confirmar su bajón tiene como efecto lateral la perdida de noción de tiempo. Y tal cual fue aquella vez también. Después de unas tres horas, Tomas – como no lo mires un hombre de (demasiados) principios, entre los cuales uno era nunca quedarse hasta el final – decidió irse, aunque la fiesta de corazones rotos y tiempos perdidos estaba en su pleno esplendor. Si era el sabor de la fría Quilmes negra, el inesperado concierto de una cantante de unos treinta años que, junto con el pianista, por un momento embrujó todo el ambiente con comedia musical, o quizás el pintor que – como cada jueves en Cochabamba 444 – pintaba sus cuadros con un gran talento y todavía más grande velocidad, la cual podía competir con aquella del sistema solar, o si fue por la desconocida que Tomas temó a sacar a bailar… se quedó hasta el final. ¡O témpora, o mores! hubiera dicho Cicerón, si en lugar de morirse unos cuatrocientos años después de Pitágoras, se hubiera quedado vivo emigrando de la antigua Roma hacia las milongas de Capital Federal. Al quedarse contra sus propias reglas Tomas percibió que algo en el cambiaba. ¿O era solamente un anuncio de vejez, que quizás alguna vez llegara?

Salió como uno de los últimos. De las dos otras bicicletas no quedó nada más que un recuerdo. ¡Triángulos! Siempre lo mismo. Por lo menos aumentan la cantidad de nuevas letras de tango. Aunque por el rubio color de las pasiones vividas, no habrá para Tomas un tango más lindo y más amargo a la vez, que aquel que habla del agua blanda, del rio fresco y de un naranjo. Algunas cosas quedan y no mueren antes de uno mismo. Dejando estos pensamientos y volviendo al nivel más callejero agarró la bici… y se marchó… 

Al día siguiente, como habitualmente los viernes, después de haber terminado sus tareas domésticas agarró la bici para dar una vuelta y… ¡La linga no estaba! Después de unos segundos sin entender le atravesó un rayo de consciencia… hijos de mil putas, tachos de mierda… ¡Se la robaron! ¡A pesar de que estaba asegurada por una bici de un metal grueso! Y él, por culpa de la cerveza, música, del bajón y de las endorfinas que luchaban en su cabeza por un futuro distinto, al salir no se dio cuenta. Agarró la bici y volvió a casa, como si no hubiera pasado nada. ¡No se dio cuenta! 

Moraleja: Ten cuidado con ladrones. Te pueden robar algo. Una linga…. o un pequeño pedazo de Tu vida llamado el aquí y ahora. 





lunes, 4 de febrero de 2013

SZALEŃSTWO. TYPOLOGIA.



Jedna sekunda. Dużo, czy mało? Dwieście dwadzieścia milionów. Sekundy, które minęły.

Czasami wraca. Co roku, parę dni przed pierwszym lutego. Kłócimy się, podróżujemy, idziemy do Babci, pijemy piwo. Po prostu życie…. we śnie.

Ja nie wracam. Nawet do zdjęć. Potoczna prawda mówi, że po latach rocznice przestają szarpać duszę. Ale mój kalendarz nie respektuje tej prawdy. Ma swoją własną. Nie mogę oglądać zdjęć. Zrobił ich tyle, zaszczepił we mnie ten niegroźny rodzaj szaleństwa, który całą rzeczywistość, kolorową, szarą, czarno – białą, dzieli na kadry, obrazy, ujęcia, szukając piękna w ich kompozycji.

O czym mógłbym myśleć dziś? Ponoć po siedmiu latach nie zostaje nic z tego, kim byłem tamtego dnia. Wszystkie komórki ciała zostają zastąpione nowymi, kończy się cykl. Ponoć….  Jedynie pamięć nie jest posłuszna prawom biologii. Zostaje, zmienia swój kształt, kolor, formę, zapach. Zaciera się…. Ale zostaje.

O czym więc mógłbym myśleć dziś. W obcym kraju, którego język stał mi się tak bliski jak ojczysty. Ojczysty, czyli język ojca, literalnie rzecz ujmując. Nad letnią upalną rzeką, na plaży, wśród prawie nagich młodych ciał, jędrnych piersi, ciemnych karnacji, długich czarnych włosów… o tym co było i nie wróci, o tym co jest i jest, o tym co będzie albo nie? Zawsze czułem, że najbardziej ze wszystkiego pragnę kobiet, ich bliskości, ich fizyczności. Moje myśli w nieunikniony sposób zmierzają w tę stronę i to jest normalny rodzaj szaleństwa.

Jak bym na to nie patrzył, on był taki sam. Językiem poetki mówiąc, różnię się jedynie tak bardzo podobnie. Kropla w kroplę inny. Jak mógłbym mu za to podziękować? Teraz, gdy przestrzeń czasu sprawia, że każde słowo, które wypowiem jest dla niego niesłyszalne. Jeszcze jako małego brzdąca nauczył mnie tajemniczo brzmiącej frazy: verba volant, scripta manent. On sam pisał dużo, taka praca. W epoce, w której słowo komputer było terminem z zakresu futurologii potrzebował zawsze maszyny do pisania, pojęcie dziś niemal zapomniane, i dwóch kopii swej twórczości. Jednej dla sądu, drugiej ad acta. Kiedy zdarzyło mu się zapomnieć podłożyć kalkę wściekał się i we współczesnej łacinie wykrzykiwał rasa jebana ! Nienawidziłem tych wrzasków. Jakże chciałbym usłyszeć je jeszcze raz.

Więc piszę i ja, i odkrywam, że to lepsze, niż seks. Im więcej piszę, tym więcej chcę. Im dłużej piszę, tym bardziej namiętne są pocałunki ze światem, który istnieje tylko dla mnie.  Im delikatniej dobieram słowa, tym więcej odkrywa mi swych tajemnic. Czekałem tyle lat, aż niepokój przemijania i żądza ekspresji osiągną masę krytyczna. Zabawne, że eksplozja mocno atomowa może pozostać niezauważalna dla tak zwanej obiektywnej rzeczywistości. Jako że Bóg poskąpił mi łaski wiary w obiektywną rzeczywistość, nie bardzo się tym przejmuję. Robię to co robić należy, rzeka płynie, słońce świeci, kobiet pięknieją i jesiennieją. A ja piszę. I to jest groźny rodzaj szaleństwa.

W miejscu publicznym - w którym oczekiwania społeczne koncentrują się na chodzeniu na plażę i moczeniu narządów, na pijaństwie, podrywaniu i jego kontynuacji (jaki wspaniały koncert dała wczoraj sąsiadka z namiotu obok! Vivat wolna miłość!, jest lepsza, niż szybka, Bravo pianista!) -  pisanie czegokolwiek, budzi niepokój bliźnich. Latynosi to mentalność otwarta i pełna życia.  Co rusz ktoś się do mnie zbliża, żeby zapytać co robię i dlaczego nie idę z nimi popływać.

Popływać? Pamięć jest nieubłagana. Pewnego dnia zaciągnął mnie głębiej w morze, tam gdzie już nie miałem gruntu pod nogami. A teraz płyń ­– powiedział. Zawierzyłem falom, choć wcześniej wydawało mi się, że nie umiem. I płynę nadal. Czasem brakuje tchu, ale wiem, że nie ustanę. Do samego końca, do mety, której jeszcze nie przeczuwam i nie umiem sobie wyobrazić, która będzie tylko moja, osobista, prywatna i intymna. Płynę. I to jest śmiertelny rodzaj szaleństwa. Będę płynął do ostatniej sekundy, która trwa na tyle długo, by całe życie przeleciało przed oczami i by poczuć …

Jego ostatnia sekunda rozegrała się między drzewem, rowem i czterdziestotonową ciężarówką. Pocieszam się, że przynajmniej miał czas by poczuć, że warto było żyć. Zresztą, zawsze to wiedział…

Mojemu Ojcu, w siódmą rocznicę śmierci. 2013.02.01