martes, 26 de marzo de 2013

HISTORIA CLÍNICA



Entre las vertebras
de corazón
hay un disco
llamado amor.

Tiene hernia,
un tejido de emoción
por presión interna
mal movimiento
se descolocó
salió de su lugar
y aprieta mi alma.

¿El tratamiento?
Ejercicios con carga
la más baja posible,
con los recuerdos.

Pero…
quiero bailar
girar en la luz
subo la carga
hasta una llamada
lucho
por un breve momento
y de vuelta…
me caigo al piso.

Un corazón con hernia
no puede levantar peso
y eso es lo que más duele. 



lunes, 25 de marzo de 2013

EL HOMBRE DE SU VIDA

De manera inconsciente siempre elegía el mismo tipo de hombre. Se relacionaba con los capaces de darle esa  certeza… la de que en algún momento los iba a perder. Nunca supo explicar ese fenómeno. ¿Sería por el miedo a quedarse en la trampa de lo cierto y definido? En lo, por otro lado, vehementemente deseado. Una contradicción interna tan extraña y tan común a la vez.

Recuerda a su primer chico; un estudiante en el primer año de la universidad. Muchacho joven, idealista y soñador, quien había terminado la secundaria en la provincia y estaba medio perdido en la gran ciudad. Lo dejó después de unos años, siguiendo la inconsciente ley según la cual la separación es el primer paso de la existencia.

Un tiempo después conoció al otro. De unos veinticinco años. Alma infeliz; educado; inteligente; con un maravilloso futuro -tipo estándar-por adelante. En su presencia sentía esa obviedad a veces tan oculta, de que no todo era lo que parecía. En aquella época, no supo definir bien qué era; hoy después de tantos años y varios amores vividos, estaba más cerca de la respuesta. Al dejarlo, quedó bastante tiempo con su propia soledad. Aparecían posibilidades, pero no era lo que deseaba. ¿Sería la falta de convicción para tener una pareja duradera? Algo estable, con proyecto. ¿O quizás – aunque cueste creer – sería que su camino conducía a otro futuro? ¿Quizás le parecía que lo más bello de la vida son esas profundidades que sólo presentimos? Y si nos atrevemos a buscarlas se nos escapa algo. Para siempre.

Abrió sus alas de nuevo, recién cuando  llegó al corazón la magia de enamorarse de alguien que no hablara su lengua materna. Se fue al país de su pareja… un cambio decisivo, que determinó toda su vida. Una relación fuerte y profunda de dos seres, que a pesar de amarse, nunca se pudieron entender. Y no pasaba por la diferencia de lengua. No. Se terminaron separando de manera muy dolorosa. Su propio corazón admitió al fin que no había encontrado al hombre de su vida. Tenía que buscar más. Más y más, en una larga y desesperada búsqueda; con muchas mañanas grises, que no terminaban de despegarse de la cama.

Recordó aquel extraño día, cuando por un inexplicable capricho del hado, al buscar un pasaje a Nepal (para seguir su camino en un monte lejano dedicándose a mantras y silencio) ocurrió un error del sistema, que lo llevó a, sin querer, comprar un viaje a otro destino. Quizás lo podía haber devuelto, pero - en un inesperado ataque de coraje - aceptó el desafío de superficies planas: terminó el viaje en una nocturna milonga de la Capital Federal.

Con nuevas esperanzas, jugando ajedrez con la fortuna y gozando de lo desconocido, aprendió a tomar mate; disfrutar de un cortado; de la primavera de flores de palo borracho; del malbec. Aprendió a hablar en otra lengua; se dio cuenta que los códigos del juego entre sexos opuestos eran bien, bien diferentes de aquello que conocía. Seguía buscando.

Se quedó más tiempo con uno que hacia terapia. Algo que influye no sólo al paciente, también a su entorno. Junto a él, su mente y corazón cruzaron varias fronteras, para las cuales antes no sólo no tenía pasaporte; ni siquiera se imaginaba que existían. A pesar de eso sabía que su camino pasaba por otro lado. Y se fue.

A veces, se preguntaba si sus hombres tenían algo en común… de alguna manera lo sentía, pero no lo podía definir. Sabía que le gustaban los flacos y delgados; con cuerpo de bailarín. Y los ojos obligatoriamente azules. Ningún otro color entraba en el juego. Sin embargo, no le quedaba claro si había algún hilo más profundo en todas sus elecciones, en toda su búsqueda… Lo que por fin descubrió, después de haber mirado el techo una interminable cantidad de días y noches, era que a todos ellos les faltaba algo. Experiencia; cierta maduración; aceptación de los límites que nos impone la vida, los cuales son lo único que nos puede salvar de la propia locura. Darnos forma.

Su naturaleza le impedía salidas nocturnas a bares  y las visitas a los colores de sábanas ajenas. En cambio, esa misma moderación le abría las puertas de aquello que solía llamar encuentros. A pesar de su efímera y fresca naturaleza, duraban años.

Después de un tiempo encontró a otro. Un bailarín; alma buena, algo melancólica. Usando el lenguaje de la química, lo ocurrido podría resumirse en la frase „reacción explosiva”. Con el amor y el cariño como detonantes. ¿Aunque existen explosiones lentas? Los que saben de la cosa dicen que el amor físico lo hacemos de la misma manera en la cual comemos. Es esta la verdadera razón por la cual tantas citas tienen su lugar en restaurantes. Si come rápido, hay que descartarlo antes de la segunda copa; con la tercera ya puede ser tarde. Entonces, durante la primera cita lo miró bien sin que se dé cuenta. Bueno, si… comía lento. Y aún a pesar de esto, no logró quedarse…

De cada una de sus parejas le quedaba una herencia, algo aprendido. El amor al chocolate amargo con pimienta; una sarcástica e irónica manera de responder preguntas; la convicción de que amar y compartir no siempre van de la mano; el cine como una imagen interna; la frescura de un hermoso matiz de pasión de color verde… Eran encuentros. Amores de almas carnívoras que se querían comer crudas.

¿Si estaba feliz? Al final… ¿Qué es la felicidad? Buscando, ya tantos años alguna respuesta sólo podía basarse en la antigua palabra griega eudaimonia, la cual – como se lo explicó bien una vez un sabio sacerdote porteño – significaba felicidad y consistía en dos palabras, eu (bueno) y daimōn (espíritu). El espíritu. ¿Un ángel, o más bien un demonio? Sin duda, lo último: un demonio; un buen demonio. La felicidad como el arte de soltarlo, liberarlo y seguirlo.

Entonces estaba aquí y ahora. Siguiendo a su demonio. Finalmente, encontrando al hombre de su vida. Escribiendo. Con la fuerte sensación de que escribir es como hacer amor. O quizás, al revés. Tocando de manera reflexiva su recién afeitada barba, diose cuenta de lo que tenían en común sus hombres anteriores. Decidió no elegir más palabras y permitir que fluyan solas por los ríos y arroyos de sus dedos, hasta un mar abierto, cuyas olas cantan que no es posible encontrarse a uno mismo sin abrirse al otro.


Agradecimientos para los correctores del texto: Agustín Argento y Marilina Rizzo.






martes, 19 de marzo de 2013

SON DE MAR

Límites. Palabra poco exitosa, evitada por el feliz mundo de las pantallas de plasma, revistas fashion y el concepto oficial de felicidad. Guiados por gula, deseo, miedo, ansiedad… los motores de nuestro movimiento, acciones, vidas… de los limites no queremos saber nada. A esta altura de su viaje Tomas ya supo que la única manera de evitar limites es……quedarse quieto. Totalmente quieto, como ahora, en la caliente arena de esta hermosa playa de dunas de cada forma posible, con el suave viento que acariciaba su pelo, sus orejas, sus labios, con la luz del sol ya no demasiado fuerte, perfecto para disfrutarlo agradeciendo a la antigua Diosa creadora de esta maravillosa maquinaria del Universo por haberle ofrecido toda su infinitud.

¿Límites? Nada podría estar mejor en el aquí y ahora de esta paradisíaca playa limitada solo por el mar abierto y el bosque de palmeras. Quizás sólo interferían con esta idilla  los ruidos del puerto. Aunque lo suficiente lejos para no molestar a la izquierda de Tomas se encontraba la fuente de los típicos sonidos portuarios, con las grúas y sirenas de los barcos dominando sobre todos los demás. Un ruido resonando en el aire llegaba hasta la playa. Parecía provenir de algún otro mundo. Era el único límite más allá de la sensación del dolor que  salía de columna lumbar de Tomas por un disco atrapado entre la quinta vértebra lumbar y el sacro. Al querer salir de su prisión el disco en su camino encontraba a la médula y apretándola producía una radiación de sufrimiento desde las costillas bajas hasta la rodilla izquierda. En términos médicos se llamaba protrusión. ¿Si dolía mucho? Tomas estaba acostado y relajado, entonces se la podía bancar. Después, al levantarse seguramente le costara, pero – como cantaba el Polaco en uno de sus tremendos viejos tangos – ¿que importa el después...?

Es el aquí y ahora. Y siempre será así. ¿Limites? El ruido y la leve – por el eterno momento - molestia lumbar. Además todo estaba perfecto. ¿Perfecto o sea como? Desafiando a todas las definiciones de perfección inventadas hasta ahora Tomas pudo contestarse esta pregunta. Perfecto de tal manera que uno ni si quiera hubiera podido imaginarse algo más perfecto. Maravilloso hasta los inexistentes límites de la imaginación.

Tomas recordó que no era la primera vez que sentía este inmenso encuentro con su propia felicidad. Le ha pasado varias veces, no solo en una playa de sol. Un día pisando el antiguo adoquín de su barrio, cuando una anciana le pidió una moneda, él le dio un billete grande y ella le contesto muito brigado tomándolo con razón por extranjero y erradamente – por su vestido blanco, collar de semillas e interna alegría – por un Brasileño. De nada – le contesto pronunciándolo de manera de los hermanos que falam en lugar de hablar, dejándole a la anciana una fuerte convicción que los Brasileños es gente buena. O otra vez, en una milonga, cuando tomando su Quilmes negra escuchó que los pobres ojos de vuelta se han quedado sin luz y de repente entendió que el tango no es un baile y ni si quiera es una música. Que el tango es una elección de vida… una milonga de momentos, de rapidos cambios del peso de verdad, de un pie a otro, de un Piazzolla de muerte apasionada, un vals de idas y vueltas en el compás dividido por tres. O por mucho más... Sin límites.

Volviendo a los límites, o mejor dicho a la playa, arena, viento y sol, Tomas percibió que los ruidos del puerto han terminado y algo extraño estaba por amanecer., No era un terremoto. Seguramente no. Sin embargo la tierra bajo su espalda si cambiaba de lugar. ¿Como puede moverse el punto de referencia para todo lo otro? – se preguntó. ¡Si cambiara de lugar la tierra, cambiara todo lo otro también! ¡Toda la realidad! Y aunque no era cobarde, por las dudas abrió los ojos. Primero tenía que entornarlos de vuelta por el brillo de una lamparita 30 cm arriba de su cabeza. De luz fuerte y amarilla era a la vez fuente de calor aliviado por aire fresco del ventilador. Su angosta cama y el con ella se movían hacia la salida de la máquina. La resonancia magnética terminó.

Los resultados del estudio estarán listos el próximo martes. Confirmaran que los limites si existen, en ese caso particular en forma de una hernia discal con leve impronta sobre el receso lateral derecho. Y solo el recuerdo de la hermosa playa, de las dunas, de la vivida caricia del viento y sol permanecerá vivo a pesar de ese limitado fenómeno llamado realidad.




viernes, 15 de marzo de 2013

LA BREVE RAPSODIA DE TIEMPO

Treinta y siete metros de altura hasta la cubierta superior. La única explicación para construir un monstruo de tal tamaño era la falta de un puente y la necesidad de trasladar de una orilla a la otra cada suerte de cosas que el ser humano podría imaginarse, desde lo más básico y obvio hasta las cosas más rebuscadas y sorprendentes. Entraba todo. O casi todo…

Era por el río. Con sus aguas oscuras, misteriosas, a menudo tan vórtices, famosos por sus inesperados remolinos. El barco iba lento respetando la regla básica, según cual para cruzar el río hace falta tiempo. Podría medírselo precisamente, hasta un segundo, pero… ¿Podemos hablar de tiempo con precisión? Por supuesto que si, tenemos calendarios, julianos, gregorianos, incas, chinos, musulmanes y varios otros. Tenemos relojes, del sol, de metal, de plástico, de cuarzo. A partir de la época de Immanuel Kant tenemos también la innata noción de tiempo, una categoría interna, un sentido, tal cual como el sabor, la vista, el olfato.… El sentido de tiempo.

¿Podemos hablar de sentidos con precisión entonces? ¿Un lunes por la mañana, mirando a negras nubes acercándose y disfrutando de los últimos rayos del sol de un verano que estaba por terminarse? Al hacerse esa pregunta parado en el borde de la cubierta superior, agarrado a la baranda, escuchando alguna zamba para olvidarse (como suele ser - del amor y soledad), que salía de los parlantes, Tomas volvió a percibir aquella extraña sensación, que desde siempre le acompañaba. En este caso desde siempre significaba desde sus primeros recuerdos.

Aquel viaje tan largo, aquel amor apasionado, lento y rico, el miedo de perder la que amaba, aquel dolor de estar muriéndose… los recuerdos de un mundo distinto, lejano, pasado… Tomas nunca pudo entender ese fenómeno tan raro, la sensación de una eternidad que pasó entre lo que ha sucedido antes y el presente. A veces, desesperado agarraba el calendario, miraba las fechas de los emails, los registros de llamadas, trataba de asociar hechos para recordar cuando fue… y no entendía. Toda la evidencia a la cual recorría le decía: hace un mes, hace una semana, dos días antes, ayer…  Y una interna defensa, una protección contra el dolor de una vida, que ya había pasado, le dejaba con la sensación, que no fue ayer, fue hace mucho, una vida antes por lo menos. Se escapaba de su propio peso, de su memoria, alcanzando la levedad. En estos momentos casi se creía capaz de pisar el agua y caminar por el sin hundirse. Solo que nunca lo probó…

Observando a los fugaces y cada vez más raros reflejos del sol en el agua y volviendo al peso de los pensamientos cotidianos Tomas se preguntó cuánto tiempo más del viaje quedaba. Podría mirar el reloj pero sabía que de esta manera no iba a encontrar la respuesta. Soy un reflejo de luz - pensó. Un instante, que termina antes de darse cuenta, que está. Siempre le parecía que eran el amor y la muerte, las dos hermanas que nacieron de la misma raíz, las que luchaban por su alma y por su eternidad. Y cuando de golpe  su mente y su espíritu percibieron el reflejo de esa ambigua luz que determinaba su vida entera, todas sus huidas y búsquedas de algo duradero, pleno e interminable, en que no sabía creer lo más mínimo, la zamba de los parlantes llegó a sus últimos acordes y Tomas escuchó una canción nueva. Aquella voz tan conocida preguntó: Is this the real life? Is this just fantasy? Las palabras que conocía de memoria, tan bien como si fueran sus propias.

Pero no eran suyas. O por lo menos no le pertenecían hasta el momento cuando decidió apropiarse de ellas. Open your eyes, look up to the skies and see…  Si hay algo que se resiste al paso de tiempo no es ni el poder, ni la fuerza. No es la fe, ni la esperanza y ni si quiera lo es el amor, aunque Tomas tanto lo quería creer. Si hay algo que se resiste, es la genialidad. Bohemian Rhapsody… the Queen… una sensación de sorpresa atravesó la mente de Tomas. ¿Freddy Mercury… cuando fue esto? ¿Cuándo murió? Desde su altura de la cubierta superior miró sorprendido la lejana superficie del agua. El hemisferio izquierdo de su cerebro tenía una respuesta rápida; ¿noventa y uno, noventa y dos? Más de veinte años. Pero el hemisferio derecho sabía que fue ayer.

Había otros, innumerables. Johan Sebastián Bach, su Tocata y Fuga Re menor, Astor Piazzolla y el Libertango, los autores de obras tales como La Insoportable Levedad Del Ser, El Maestro Y Margarita, Las Invasiones Bárbaras, y ni hablar de los antiguos genios como el primer plantador de la uva de Moscato, o el que primero supo ahumar una caballa… 

Ellos, por sus hechos grandes se han convertido en parte del cielo nocturno y permanecerán allá. No mueren y si murieron, murieron siempre ayer. Y cuando vivían eran capaces de mantener y recuperar la locura y el sufrimiento, los dos ingredientes indispensables para dar a la luz lo que se resiste al tiempo. Como estas palabras: I don't wanna die. I sometimes wish I'd never been born at all.

A pesar de todas sus primaveras Tomas supo mantener la inocencia, tan genuina como si todavía tuviera cinco años. La sociedad, su entorno, inclusive gente que lo amaba esperaba que sea adulto, maduro, responsable… que tenga planes, proyectos, metas de largo plazo…

¿Y que tenía el…? Hambre, calor, deseo, dolor y otras sensaciones tan fugaces que sólo se pueden convertir en lo eterno si están vividas sin noción de algún futuro, de cambio alguno. Ya de niño estaba capaz de repetir innecesariamente lo ya dicho: tengo frio, estoy feliz, me gusta, quiero comer… La gente, que a la palabra le pone un valor informativo más allá de la expresión de los sentimientos solía enfurecerse en su presencia, después de haber escuchado lo mismo unas veinte veces en unos tres minutos.

¿Fue entonces ayer, cuando murió su cantante preferido? ¿Dos décadas comprimidas en un solo día? Quedándose con estas divagaciones obviamente innecesarias se dio cuenta, que la canción terminaba… Nothing really matters, anyone can see, nothing really matters, nothing really matters to me… anyway the wind blows.…Si miraba su vida con ojos de los demás, parecía verdad. No le importaba nada, le llevaba el viento, el aire, su naturaleza de Géminis, un soñador perdido en el mundo posmoderno. Pero si a su vida la miraba con sus propios ojos, sabia y sentía el tremendo peso de la levedad. El peso de huir, el peso de no elegir, de no decidirse, de oportunidades cuales pudo escapar, la amargura del amor perdido y la todavía más amarga desilusión con el mismo.

El barco se movía lento. Las olas – a pesar de un viento muy fuerte - desde los treinta y siete metros parecían pequeñas. Tomas - parado, agarrando la baranda para que el viento no se lo lleve hacia otro destino - miraba hacia el horizonte, a las nubes de la tormenta. No le quedaba duda que la tempesta formaba parte de su viaje. La otra orilla todavía no se veía muy claramente. Sin embargo el barco ya se alejó lo suficiente de la orilla del origen para que Tomas pueda recordar, que la tormenta más fuerte nunca viene del norte. Ni del sur, ni del este. Y del oeste tampoco. Viene siempre de adentro, de uno mismo.

¿Y como atravesarla? ¿Fluyendo, con su energía, dejando llevarse como lo enseñan los maestros del Oriente? Hubiera sido la respuesta correcta, si no hubiera sabido que no es solo la felicidad, la que fluye con la corriente del universo. La basura también. Y ir contra corriente significaba arriesgarse, quizás hasta hundir el buque. Siendo su capitán  era responsable de el tal cual como de sí mismo.

Recordó a aquel doctor, quien vendió su alma al diablo. Se le cruzo una vez en el camino, o por lo menos en el sueño. Tenían con Tomas algo parecido, un dolor poco explicable, pero a diferencia  de Fausto, Tomas no demandaba que el bello momento permanezca, sólo soñaba con poder decir: Me quedare contigo, a pesar de los malos momentos. Solo soñaba. Era una de esas pocas cosas que sabía hacer realmente bien.

Dicen que el único fenómeno eterno del universo, el único principio que no cambia, es el cambio mismo. Y dicen que todo renace. Tomas sabia, hay algo que no dicen… para renacer, primero hay que morir. Miró a la orilla del destino. ¿Lejana? ¿Cercana? ¿Angustiante? ¿Deseada? Con una extraña palpitación del corazón sintió que su razón, que hace treinta y pico de años eclipsaba sus emociones, estaba desapareciendo. Miró el turbulenta agua, abajo pero ya no tan abajo como le parecía antes. Un paso a través de la baranda, un momento de duda, un impulso, interno empuje hacia adelante, un salto. Un vuelo. Un instante … una película de treinta y siete años de vida que se estrenó frente de sus ojos,  lo último que registro durante su caída libre hacia la eternidad.

Los pocos testigos de su caída tuvieron más de una versión de lo ocurrido.  Decían que al instante, guiado por su peso y la ley de gravedad, después de haber chocado con el agua desapareció en un vórtice. Otros decían que ni toco el agua, que - como si fuera una liviana pluma - se lo llevó el viento con sus celestiales destellos riéndose de los inventos de Isaac Newton, hasta que un relámpago atravesando la distancia entre ambas orillas lo encontró en su camino. Y por fin, algunos, los que menos sabían del peso y de la levedad, afirmaban que de manera extraña suavemente alcanzo la superficie y se fue caminando por el agua hacia otro horizonte. Hacia su propia locura. No sabían explicar bien a que se referían. Y no es nada extraño. Con precisión podemos hablar de tiempo. No de la eternidad.